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Dejando atrás las bibliotecas verdes (2 de 10)
Por qué las "bibliotecas verdes" no lo son tanto: Descubriendo los costes medioambientales de la arquitectura y la infraestructura digital bibliotecaria
[Este post es la continuación de una serie que desafía el statu quo de las "bibliotecas verdes". Mientras que la primera entrada estableció el escenario con una mirada crítica, éste y los próximos posts profundizarán en diferentes conceptos].
Introducción
Las "bibliotecas verdes" se han convertido en una suerte de ícono dentro del sector cultural: un símbolo reluciente de conciencia medioambiental. Esos espacios de gestión de conocimiento y memoria, revestidos de cristal, jardines verticales y mucha retórica sostenible, se venden a sí mismos como parangones del progreso ecológico. Si añadimos una colección en la nube, tenemos una biblioteca que no sólo es "moderna", sino que supuestamente también salva el planeta.
Aunque en realidad no lo haga.
Detrás de las fachadas pulidas y los rimbombantes comunicados de prensa se esconde una verdad mucho más gris: estas "bibliotecas verdes" son cómplices de los mismos sistemas que provocan el colapso ecológico. Sus fachadas de vidrio y acero desperdician energía, mientras que sus infraestructuras digitales consumen recursos en un mundo hambriento de datos. Sin embargo, siguen desfilando como eco-heroínas, celebradas por gestos estéticos que apenas arañan la superficie de la sostenibilidad real.
Es hora de tumbar esa fachada y plantearse algunas preguntas incómodas. ¿Son las "bibliotecas verdes" realmente "verdes" o no son más que un lavado de cara?
Los costes ocultos de la arquitectura "verde"
Los diseños arquitectónicos de las "bibliotecas verdes" están llenos de contradicciones. Las construcciones se ven dominadas por vidrio, acero y hormigón, materiales que son cualquier cosa menos ecológicos. El vidrio es uno de los principales culpables, ya que requiere una enorme cantidad de energía para su producción, emite CO₂ en cada etapa de su ciclo de vida, y proporciona un aislamiento deficiente, que aumenta la demanda de energía para calefacción y refrigeración.
La careta sostenible que muestran muchas "bibliotecas verdes" es a menudo un caso clásico de greenwashing. Lombardi (2018) sostiene que los diseños arquitectónicos comercializados como ecológicos a menudo omiten los verdaderos costos ambientales asociados con materiales como el vidrio. Estos materiales pueden ser estéticamente agradables y energéticamente eficientes a corto plazo, pero conllevan costes medioambientales ocultos —contaminación y extracción de recursos— que ponen en duda la integridad de la etiqueta "verde".
El acero no es mejor, ya que requiere procesos de minería y fundición que se encuentran entre las industrias más contaminantes del mundo. Por su parte, la producción de hormigón, una suerte de material-base en cualquier construcción, representa aproximadamente el 8% de las emisiones globales de carbono.
No se trata de descuidos menores, sino de fallos sistémicos incrustados en el ADN de los edificios "verdes". Y, sin embargo, las bibliotecas siguen cubriendo sus paredes con certificaciones LEED y placas "ecológicas", vendiéndonos la historia de que estos materiales se alinean de alguna manera con la sostenibilidad.
En lugar de centrarse en la ecoarquitectura superficial, las bibliotecas deberían inspirarse en el trabajo de Patel (2021), que aboga por un cambio hacia modelos de sostenibilidad que vayan más allá del atractivo visual de los tejados verdes y los paneles solares. Patel sugiere que las bibliotecas deben adoptar principios como el decrecimiento y el minimalismo, reduciendo su huella ecológica global al reducir significativamente el consumo de recursos y al centrarse en un diseño verdaderamente regenerativo.
El espejismo digital
Si el movimiento de la arquitectura "verde" tiene un espejismo paralelo, ese es la promesa de la salvación digital. A medida que las bibliotecas digitalizan sus colecciones y trasladan servicios a la nube, pregonan una visión de "eficiencia sin papel" y de responsabilidad medioambiental.
Pero lo digital no está "desmaterializado". Los centros de datos —la espina dorsal de esta transición a "la nube"— consumen más electricidad que algunos países enteros. La energía suele proceder de combustibles fósiles, no de la utopía verde que imaginamos. El cambio a la nube simplemente traslada la contaminación de lo visible a lo oculto, facilitando que las bibliotecas ignoren o pasen por alto su creciente huella ecológica.
Es esencial afrontar el coste medioambiental de estos sistemas virtuales. Las investigaciones de Joubert et al. (2020) y Lee (2022) destacan el consumo energético de los centros de datos mundiales, que alimentan los servicios basados en la nube de los que dependen cada vez más bibliotecas. Estos centros contribuyen significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que refuerza la idea de que las llamadas bibliotecas "virtuales" son cualquier cosa menos ecológicas.
A esto hay que añadir la terrible cantidad de residuos generados por la producción de hardware: servidores, cables y otros componentes electrónicos requieren minerales raros, que se extraen con gran coste tanto para los ecosistemas como para las vidas humanas. Y cuando quedan obsoletos, se unen a las montañas de basura electrónica que envenenan el planeta.
Miller (2019) critica la filosofía económica que impulsa muchos de estos esfuerzos de sostenibilidad, destacando la falacia del "crecimiento verde". Este modelo, que dialoga con muchas "bibliotecas verdes", sugiere que el crecimiento y el ambientalismo pueden coexistir, pero la realidad es que el crecimiento en sí mismo —ya sea físico o digital— requiere una demanda cada vez mayor de recursos, empujándonos aún más a la deuda ecológica. Las bibliotecas deben cuestionar este supuesto y redefinir su papel en un mundo que necesita menos consumo, no más.
Conclusión: Eliminemos la fachada
La narrativa de las "bibliotecas verdes" es una mentira conveniente, que ofrece a las instituciones una forma de quedar bien sin hacer realmente el bien. La sostenibilidad real es complicada, dura y poco glamorosa. No se consigue con edificios relucientes o plataformas digitales elegantes. Viene con la voluntad de cuestionar los sistemas en los que confiamos, de replantearse el crecimiento y el consumo, y de admitir que una biblioteca no necesita un monumento de acero y cristal al conocimiento o una colección basada en la nube para ser relevante.
Las bibliotecas pueden —y deben— ser líderes en sostenibilidad, pero para ello es necesario derribar las ilusiones del greenwashing y empezar de cero. Significa adoptar prácticas verdaderamente regenerativas, replantearse lo que debe ser una biblioteca y reconocer que el futuro no está en las apariencias, sino en la sustancia.
Así que dejemos de fingir. Seamos realistas. Y redefinamos cómo debe ser una biblioteca sostenible.
Referencias
- Joubert, P., Roberts, J., & Green, R. (2020). The environmental impact of data centers: A global perspective. Journal of Environmental Sustainability, 12 (3), pp. 45-61.
- Lee, J. (2022). Virtual libraries: The hidden environmental cost of digital storage. Journal of Digital Infrastructure and Sustainability, 15 (4), pp. 78-91.
- Lombardi, F. (2018). Greenwashing in architecture: The deceptive practices of "eco-friendly" building design. International Journal of Sustainable Architecture, 5 (2), pp. 102-117.
- Miller, K. (2019). The fallacy of green growth: How the myth of perpetual growth damages the environment. Environmental Critique Journal, 11 (2), pp. 36-51.
- Patel, R. (2021). Reimagining sustainability in libraries: Moving beyond green design. Library Journal of Sustainability, 8 (1), pp. 12-29.
Acerca de la entrada
Texto: Edgardo Civallero.
Fecha de publicación: 13.12.2024.
Foto: "What is greenwashing?" En Antique Ring Boutique [Enlace].