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Palabra hablada, palabra tejida, palabra hecha gesto (1 de 7)
Cuestionando el libro como soporte hegemónico
Esta es la primera parte de una conferencia presentada en la I Bienal de la Cultura Escrita BibloRed 2024, organizada por BiblioRed (Bogotá, Colombia, 25.sep.2024). El texto completo puede descargarse desde GoogleDrive o Acta Academica.
Introducción
Cuestionando el libro como soporte hegemónico
¿Por qué el libro es considerado el soporte preferente —e incluso legítimo— para preservar el conocimiento y la memoria?
Este interrogante nos invita a reflexionar sobre cómo la historia del libro puede ser entendida, a su vez, como una historia de colonialismo y exclusión. A lo largo del tiempo, y por causas que tienen que ver con el elitismo, el manejo de destrezas de lecto-escritura, los intereses de los poderes hegemónicos de turno, el control del discurso y del relato (y de una información y una memoria que siempre fueron poder), las políticas de producción y difusión de saber, y los procesos (muchas veces nacionalistas) de educación, socialización y aculturación, el libro se ha visto impuesto y mostrado como el objeto dominante / preferente en la transmisión del conocimiento (y la lectura, como el proceso dominante / preferente de adquisición de ese conocimiento), silenciando, invisibilizando o ninguneando a otras formas de expresión y transmisión, tanto individuales como colectivas, marginadas o no.
Tal imposición es un ejercicio de poder, una imposición cultural que determina qué voces son escuchadas y cuáles permanecen en un "limbo". Desde esta perspectiva, el desafío radica en desafiar las lógicas inherentes a esos soportes tradicionales (escritura, documento impreso, contenidos académicos, editoriales prestigiosas, discursos oficiales en lenguas dominantes...) y abrir espacios nuevos y críticos para elaborar una reconfiguración epistemológica que abrace formas diversas de transmisión. Formas que trasciendan lo impreso.
Al cuestionar esta hegemonía del libro, surge una pregunta que resulta fundamental: en un mundo donde la palabra escrita ha monopolizado no solo el saber, sino también las formas en las que recordamos, ¿cuántas otras memorias, sensoriales, orales, materiales, hemos olvidado, despreciado o desechado? ¿Qué formas de conocimiento y memoria han quedado y siguen quedando fuera de las bibliotecas y los archivos tradicionales / hegemónicos / estándares simplemente porque no caben en el paradigma del libro o de lo escrito / impreso?
Este cuestionamiento no solo pone en duda la preeminencia del documento escrito, sino que invita también a repensar el concepto de la biblioteca misma.
Imaginemos, entonces, una biblioteca como un espacio, físico o virtual, de encuentro entre una comunidad y sus saberes y recuerdos, en cualquier formato, en cualquier idioma, de cualquier tipo. Un espacio de encuentro dinámico y crítico, capaz de albergar y preservar no solo palabras impresas, sino también voces, sonidos, texturas, objetos tridimensionales, corporalidades y movimientos. Un espacio que revalorice las formas no textuales de conocimiento, aquellas que tradicionalmente han sido relegadas a los márgenes.
De esta manera, se reivindica el valor de lo que se considera "marginal": aquello que ha sido dejado fuera de foco (y de políticas, y de procesos sociales, educativos y académicos) por las narrativas hegemónicas, como una herramienta potente de construcción de identidad y, en última instancia, de resistencia cultural. Recuperar estos conocimientos y estas memorias "periféricas" —decires, pensares, haceres— no es solo un acto de reconocimiento, sino también de subversión ante un sistema que ha dictado qué debe ser recordado y qué puede ser olvidado.
Este replanteamiento de los soportes del conocimiento tiene profundas implicaciones: no solo nos invita a considerar otras formas de espacios de gestión de saberes y recuerdos (bibliotecas, pero también archivos, museos, centros de documentación, espacios comunitarios, casas de saberes...), sino que también abre un espacio para imaginar futuros alternativos donde la pluralidad de voces y experiencias se mantenga viva en una multiplicidad de formatos y canales. En este sentido, las bibliotecas deben transformarse en nodos dinámicos de conocimiento, capaces de adaptarse a diario a nuevas realidades, de reflejar la diversidad de experiencias epistémicas que habitan en nuestras sociedades, y de usar todo eso para impulsar el cambio social.
Acerca de la entrada
Texto: Edgardo Civallero.
Fecha de publicación: 08.10.2024.
Foto: "Manos que recrean vida". En Coolhuatermx [Enlace].