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Las hebras que nos componen (02 de 24)

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El telar de tejer memorias

Las hebras que nos componen (02 de 24)

 

[Esta entrada es la segunda de la serie "Las hebras que nos componen". Todas las entradas pueden verse aquí. Este texto en particular está relacionado con otro, de la serie "Conversaciones con la máquina", que se encuentra aquí].

 

"Los muchos caminos", titulé la conferencia que inauguró el Congreso de Bibliotecarios de Panamá, el pasado 13 de agosto de 2024. Un texto de apertura de un encuentro profesional que pretendía hacer hincapié en las muchas y variadas actividades y tareas a las que se pueden dedicar los bibliotecarios hoy en día.

No solo presenté la idea de "muchos caminos" bibliotecarios, entendidos como "muchas opciones, muchas posibilidades, muchos horizontes" — una idea a la que los bibliotecarios, con una formación sumamente técnica y muchas veces limitada, no siempre estamos demasiado acostumbrados. También la de "tejedores de memorias". La de "documentos como hebras" pertenecientes a un tejido...

...y la de bibliotecarios, archivistas y museólogos como tejedores. Activos, involucrados, comprometidos, responsables... Trabajando sobre un telar, tomando partido y posición, ocupándonos de enhebrar esos hilos y crear textiles e historias con ellos, abriendo puertas y ventanas a nuevos paisajes de saberes y recuerdos.

No quise limitarme a los senderos ya transitados, al discurso aburridor y adormilante de lo que siempre se dice, y fui un paso más allá: agregué un toque "rebelde" a cada uno de los puntos que traté ese día. Porque, ¿para qué pasar por las vidas de aquellas personas que me estaban escuchando y no aprovechar para tocarlas, para sacudirlas, para moverles el piso, para dejar marca y huella?

¿Y qué mejor forma de hacerlo que un poco de subversión, de radicalidad, de militancia, y activismo, de trinchera...? ¿Por qué no, si lo que hacemos las personas que gestionamos saberes y recuerdos no es, al fin y al cabo, otra cosa que política en el más amplio sentido de la palabra? ¿Por qué no, si "la información es poder", y ese poder podría ser aprovechado para el cambio social, en pos de la justicia, y la equidad, y la sostenibilidad...?

Sobra decir que fueron esos los puntos que más llamaron la atención. Fueron esos agregados "rebeldes" los que provocaron más comentarios y opiniones. Porque bibliotecas, archivos y museos (lo que yo he dado en llamar "espacios de gestión de conocimiento y memoria") son vistos, por defecto, como terrenos "neutrales": lugares donde la información se almacena, se preserva y se accede de forma aséptica y objetiva, sin sesgo o inclinación alguna.

Lugares pasivos, que están pero no llegan, que reciben pero no siempre van, que atienden pero a veces no entienden.

Repositorios. Depósitos.

¿Cementerios?

Y todo eso es un mito: uno que sirve al statu quo mucho mejor de lo que sirve a la verdad, o a la justicia. Cada decisión tomada en esas instituciones —qué recolectar, cómo clasificar, en qué lengua hacerlo, qué comprar, qué hacer accesible, a quién permitir la entrada y a quién no— lleva consigo un sesgo inherente, reflejo de las dinámicas de poder presentes en la sociedad. Los que trabajamos en estas disciplinas y desarrollamos estas tareas lo sabemos, aunque, por motivos varios, no siempre estamos dispuestos a aceptarlo.

Mucho menos a discutirlo.

Supongo que es por eso que cuando alguien pone estas ideas (y esta posibilidad de pensar críticamente y debatir constructivamente) sobre la mesa, se gana la atención de cualquier audiencia. Y creo firmemente que es necesario hacerlo: al reconocer que bibliotecas, archivos y museos no son espacios ni neutrales, ni asépticos, ni objetivos ni pasivos, podemos transformar esos lugares: de ser participantes pasivos en una sociedad a ser agentes activos del cambio dentro de esas mismas sociedades.

El trabajo de las bibliotecas, los archivos y los museos no puede centrarse únicamente en preservar el pasado. Debe consistir también en desafiar el presente, y en darle forma al futuro. Para ello es preciso adoptar un enfoque interseccional, reconociendo que el sistema hegemónico no es un monolito, sino una maraña de estructuras de poder —etnicidad, género, clase...— que debemos enfrentar a todos los niveles. Significa poner a la comunidad en el centro de nuestro trabajo, no como receptora pasiva de nuestros servicios, sino como co-creadora activa del conocimiento y de las memorias que gestionamos.

Y lo más importante: significa adoptar un enfoque radical y crítico en todo lo que hacemos. El oxidado mantra de la "neutralidad" necesita ser desechado. Es hora de enfrentar el hecho de que nuestro trabajo es profundamente político, nos guste o no. Desde la forma en que clasificamos y categorizamos el conocimiento hasta la manera en que interactuamos con nuestras comunidades, cada decisión es un acto político. La pregunta es: ¿vamos a usar ese poder para mantener las cosas como están, o lo vamos a usar para resistir?

Podemos asumir posiciones decoloniales y antihegemónicas para ayudar a construir y a extender una resistencia social y cultural válida. Para lograr la tan ansiada justicia epistémica. Para buscar, aunque sea un poco, una muy ansiada equidad.

Podemos elaborar posiciones interseccionales. El sistema dominante ocupa todos los aspectos del conocimiento y la memoria, y las respuestas de resistencia y lucha tienen que serlo también: transversales, transdisciplinarias, plurales, diversas, innovadoras...

Podemos adoptar métodos centrados en la comunidad, como el desarrollo de base. Resultan esenciales, porque todo nuestro trabajo no existiría si no fuera por, para y con la comunidad.

Podemos integrar el pensamiento crítico como nuestra herramienta preferida. Aceptar lo dicho sin análisis ni cuestionamientos es darle espacio al dominio hegemónico. La rebeldía, el inconformismo y la crítica constructiva tienen que estar en la propia raíz de todo lo que hacemos, en especial cuando hablamos de gestión de saberes y recuerdos.

Podemos convertir la memoria en un camino de resistencia. Porque nuestra memoria social no es algo pasado: es el tejido vivo sobre el cual construimos nuestras identidades, nuestras historias y nuestros sueños y luchas presentes. Sabiendo de donde venimos y porqué somos, tenemos una oportunidad de saber para qué estamos y hacia donde podemos ir.

Y a todo eso podemos agregar una narrativa no linear —al fin y al cabo, estamos hablando de tejidos, que son matrices complejas que se extienden y entrecruzan por todas las direcciones del tiempo y el espacio— y unas dimensiones estéticas y sensoriales.

En semejante escenario se ponen muchos valores en juego: sentido crítico, responsabilidad y justicia sociales, pluralismo, independencia, integridad, resistencia, resiliencia, comunidad... y apertura. Apertura porque nuestro mundo, lo sabemos bien, está siempre evolucionando, cambiando.

Como lo hace la sociedad a la que servimos.

¿Encontraremos problemas, barreras, vacíos? Por supuesto. La idea de "neutralidad" sigue estando presente, las limitaciones de formación continúan siendo evidentes, las líneas rojas institucionales nos marcan la cancha, la falta de promoción nos desanima, la vergüenza nos limita... Y a eso podemos sumar la pobreza de nuestros conceptos, los estereotipos sobre perspectivas críticas que "no son bibliotecología", la resistencia al cambio...

Pero son caminos, otros caminos, que resulta interesante recorrer. Quizás necesario. Porque... ¿para qué pasar por el mundo y no aprovechar para ser tocado, para ser sacudido, para dejarse mover el piso, para que ese mundo deje su marca y huella?

Es hora, pues, de tejer memorias útiles y poderosas. Memorias que valga la pena recordar.

 

Acerca de la entrada

Texto: Edgardo Civallero.

Fecha de publicación: 27.08.2024.

Foto: "Impulsan acción de arte...". En Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile [Enlace].