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Los tejedores de memorias (07)

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Los tejedores de memorias (07)

IV. Archivística crítica. Buscando nuevos patrones (y B)

 

[Esta entrada es la séptima de una serie en la que compartiré un texto titulado Los tejedores de memorias, el cual produje como trabajo final de mi maestría en Archivística Histórica y Memoria en la Pontifica Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia). Todas las entradas pueden verse aquí, mientras que el texto original, completo con citas y notas, puede descargarse aquí].

 

Según De Kosnik, la memoria ha dejado de ser el registro de la producción cultural de una sociedad y se ha transformado, hoy por hoy, en una base común que permite la generación de una enorme cantidad de bienes y documentos, y la puesta en marcha de incontables procesos.

Las tecnologías digitales permiten lo que Lawrence Lessig (2008) y otros autores han dado en llamar remix culture: la posibilidad de apropiarse y transformar el conocimiento (entendido como un enorme repositorio o archivo de narrativas, personajes, mundos, imágenes, gráficos y sonidos) y dar salida a nuevos documentos. El registro existente se aprovecha como material en crudo, y se utiliza para la creación de nuevos productos culturales, artísticos e intelectuales, reinterpretaciones, análisis innovadores, customizations...

La idea no es en absoluto original o novedosa: la mayoría de las sociedades indígenas y tradicionales del planeta entienden su memoria precisamente como un manantial en el cual las generaciones actuales abrevan para saciar su sed de saber y alimentar sus nuevos sueños, creaciones y acciones. La memoria no es algo muerto, cerrado, que queda atrás y es visitado por historiadores y nostálgicos del pasado: por el contrario, se ubica (o debería ubicarse) en el mismo núcleo de la vida social de cualquier comunidad.

La archivística rogue recupera y plantea esa posibilidad de utilizar cada documento como fuente para nuevas producciones, reflexiones y desviaciones. De esa forma, la memoria colectiva se rebela contra el lugar que le fue adjudicado a la fuerza en el orden de las cosas. Interactuar con la memoria ya no es lo que viene tras su producción: también puede ser lo que viene antes, o lo que sucede durante.

La memoria deja, así, de ser un fin en sí misma, para convertirse en un trampolín para otros procesos. Procesos más democráticos, más abiertos, más horizontales, más creativos, más plurales.

Adjetivos, todos ellos, que no suelen ser aplicados al trabajo de los archivos más tradicionales.

 

***

 

El uso creativo y crítico de los fondos gestionados por las instituciones de conocimiento y memoria favorece una serie de valores, especialmente en el mundo actual: una "sociedad de la información" con los datos siempre al alcance de los dedos. En Speculative collections and the emancipatory library, texto incluido en la compilación sobre nuevas prácticas de GLAMs realizada para Routledge por Hannah Levi en 2020, la bibliotecaria estadounidense Bethany Nowviskie menciona algunos de esos valores:

Reproducibilidad. Apertura. Transparencia. Racionalidad. Interoperabilidad. Y una orientación hacia la resolución de problemas interdisciplinarios. La mía es una lista no excluyente, sin duda, pero es posible que la reconozcan como un recuento de los valores que dan forma a la gestión de datos en las ciencias y las ciencias sociales, y que subyacen a la creación de colecciones, interfaces e infraestructuras.

Desde una perspectiva tan crítica como creativa, la autora se hace eco de discusiones, debates y reclamos planteados dentro de las disciplinas de la información y la memoria (incluyendo algunos reflejados en las páginas de la propia De Kosnik), y argumenta que bibliotecas, archivos y museos suelen ser diseñados como espacios cerrados, conservadores y llenos de límites, que sugieren una visión lineal (y en ocasiones, única y monolítica) de la historia y de los acontecimientos, en lugar de ser pensados, creados y manejados como lugares de resolución de problemas, de opciones ramificadas y de generación de propuestas.

Esos espacios se han construido para ser vistos y usados por el público como lentes para la retrospección, cuando podrían ser escenarios desde el cual los creadores de historias futuras tomen impulso. No son los espacios de proyección, planificación, actuación y especulación que deberían ser. Se fomenta una mirada pasiva, hacia atrás, por encima de una visión activa del presente y de las posibilidades futuras. Se mira el patrimonio como narrativas sobre lo que fue, y no como herramientas y recursos para lo que podría ser; como material que fue recibido, en lugar de como tecnología a ser usada.

Nowviskie señala que...

...si queremos hacer frente a los grandes retos del siglo XXI, necesitamos urgentemente que el conocimiento humanístico y los modelos de trabajo se entretejan más con la comprensión y la práctica científica, y que ambos se abran a un abanico mucho más amplio de personas que puedan aplicar sus diversas experiencias vividas y sus perspectivas intelectuales —y sus giros mentales orientados hacia el futuro y la libertad— a los problemas que compartimos.

Las instituciones de gestión de conocimiento y memoria no han sido diseñadas ni pensadas para activar imaginaciones. Ni tampoco para emanciparse de discursos y formas de pensar lineales y hegemónicas. En ese sentido, Nowviskie indica que los grupos relegados a posiciones "subalternas" (esos que el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos ubica al otro lado de las "brechas abismales", y que no necesariamente debe ser un colectivo pobre o desposeído, sino simplemente "otro" dentro del esquema hegemónico) no solo deben poder acceder a sus propios contenidos y regular el acceso a los mismos. Deben poder establecer las condiciones de la infraestructura, configurando activamente los sistemas de clasificación, las interfaces de búsqueda y descubrimiento y las herramientas de visualización, todo ello en pos de expresar teorías independientes del mundo: el mundo tal y como es para ellos. El mundo tal y como debería ser.

La autora cita a Michelle Caswell para reclamar la posibilidad de impugnar, renegociar y redefinir la memoria colectiva del pasado por parte de todo tipo de grupos, y tan independientemente del control institucional y el poder hegemónico como sea posible. Señala la necesidad de usar registros y memorias para servir de contrapeso o de resistencia a las formas dominantes de gestionar bibliotecas, archivos y museos.

En resumen, Nowviskie expresa una apuesta fuerte y decidida por atreverse a intentar. Si bien no utiliza el adjetivo rogue en sus párrafos, adhiere claramente a las ideas de esa corriente, y plantea posiciones imaginativas y emancipatorias para bibliotecas, archivos y museos: opciones de creación, de regeneración, de apertura. De caminos alternativos y diferentes. De posibilidades.

 

[Continuará...].

 

Acerca de la entrada

Texto: Edgardo Civallero.

Fecha de publicación: 11.06.2024.

Foto: "Los sueños se hacen realidad". En Fundación ACDI/VOCALA [Enlace].