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Los tejedores de memorias (02)
II. Archivos y ciencias naturales. El bastidor y la trama (A)
[Esta entrada es la segunda de una serie en la que compartiré un texto titulado Los tejedores de memorias, el cual produje como trabajo final de mi maestría en Archivística Histórica y Memoria en la Pontifica Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia). Todas las entradas pueden verse aquí, mientras que el texto original, completo con citas y notas, puede descargarse aquí].
Las instituciones de gestión de conocimiento (bibliotecas, archivos, museos, y otros espacios asociados y similares) se ocupan de entretejer las muchas hebras que componen ese complejo tejido llamado "memoria".
Para esas instituciones en general, y para los archivos en particular, la labor de "entretejido" implica, entre otras tareas, la recuperación, identificación, organización, análisis, curadoría, acceso y divulgación de los materiales que manejan. Ello equivale a la búsqueda y selección de los hilos necesarios para armar una urdimbre sólida y creativa, la laboriosa (re)construcción de la trama buscada, la producción del tejido, y su exhibición y uso. Los hilos no solo se enredan y entrelazan entre sí, dando lugar a estructuras densas, sino que permiten establecer conexiones de distintos tipos con otros tejidos, a su vez formados por sus propios elementos interconectados.
Cada una de las hebras es un documento: un artefacto arqueológico, un objeto tridimensional, un manuscrito en papel, un archivo digital, o algún otro de los muchos formatos posibles a través de los cuales se ha registrado y transmitido información a lo largo de la historia humana.
Al ser parte de una estructura mayor, cada hilo mantiene relaciones de variada naturaleza con muchos otros, pues todos ellos están íntimamente entrelazados entre sí. Esta perspectiva enfatiza el hecho de que un documento jamás se encuentra aislado: siempre se produce, junto a muchos otros, en un contexto concreto (en el que luego habita), en el marco de un proceso particular, con una intención determinada, y con un público al cual se dirige.
El fenómeno sociocultural conocido como "memoria" resulta de la suma, la combinación y la interacción de esas hebras: de todos y cada uno de esos fragmentos en todos sus formatos, canales y soportes, por muy insignificantes o irrelevantes que puedan parecer.
El archivo es uno de los espacios en los cuales, históricamente, se han conservado tales fragmentos. Uno de los lugares en los que se teje la memoria.
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Existe un buen número de estereotipos y prejuicios populares en torno a la función de un archivo. Su propia definición, "lugar donde se custodia un conjunto ordenado de documentos que una persona, una sociedad, una institución, etc., producen en el ejercicio de sus funciones o actividades" muestra un particular hincapié en el hecho de custodiar, es decir, "guardar algo con cuidado y vigilancia".
Sin embargo, el trabajo archivístico no se limita a actuar como cancerbero de una colección; ni siquiera a una conservación habitualmente entendida como la mera prolongación de la supervivencia de unos determinados documentos. La labor incluye —o debería incluir— la identificación, la recuperación y el mantenimiento, desde una posición informada y crítica, de las relaciones entre fragmentos de memoria, de las que existen o pueden existir con otras formas de información, y de las que hay entre todo ese conocimiento y los diferentes grupos humanos que lo producen y consumen.
Esas relaciones, esos vínculos epistémicos íntimos, siempre fluidos y en constante evolución, son los que permiten detectar y entender la naturaleza y el potencial de un documento individual desde varias perspectivas: tantas como hilos se conecten a él. Al mismo tiempo, permiten comprender procesos, fenómenos o eventos desde el análisis de una malla documental amplia, rica, diversa y compleja.
Ver la memoria como tejido implica entender que todos y cada uno de sus elementos constituyentes tienen un valor y una importancia equivalentes. Desde esa perspectiva, muchos materiales aparentemente insignificantes, que bajo otras circunstancias podrían pasar desapercibidos o incluso ser descartados, adquieren un protagonismo propio. Aceptar esa diversidad, la cual es naturalmente intrínseca a cualquier acervo, permite entender la memoria como el todo integral, magnífico y caleidoscópico que es.
Por otro lado, esa visión de tejido permite ver en la memoria una estructura que necesita mantener su integridad para existir. Deshacerla, dañarla o fragmentarla — algo tristemente habitual en ciertas disciplinas— implica una pérdida significativa de conexiones y de contenidos. Por el contrario, conservarla permite, entre otras cosas, realizar análisis más integrales, que incluyen distintas posiciones y miradas.
Tales miradas deben incluir las "alternativas", así etiquetadas por ser las más marginales y "rebeldes". Esas visiones resultan sumamente necesarias en el área de la gestión de conocimiento y memoria en general, y en la archivística en particular. Pues, como indican Schwartz y Cook, los archivos no son instituciones objetivas y neutrales: bien por el contrario, son participantes activos en (e incluso forjadores de) las relaciones de poder, tanto políticas como culturales.
El archivo se presenta como un posible telar de memorias: un espacio de manejo (pro)activo y creativo de documentos que resultan esenciales tanto para la construcción de historias —de la "oficial" y de muchos otros relatos posibles— como para otros procesos vitales en el marco de las dinámicas socioculturales humanas.
A pesar de ello, memoria y archivo no siempre son tenidos en cuenta como el necesario material y el potente lugar de creación y elaboración de narrativas, discursos e ideas que realmente son. Las ciencias naturales son un ejemplo de disciplina para la cual ninguno de los dos elementos anteriores parece presentar una importancia notable.
[Continuará...].
Acerca de la entrada
Texto: Edgardo Civallero.
Fecha de publicación: 30.04.2024.
Foto: "Telar de palo plantado". En Arte Popular [Enlace].