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Permacultura bibliotecaria (01)
Más allá de la agricultura sostenible y las etiquetas "verdes"
[Esta entrada es la primera de una serie en la que pretendo explorar la aplicación de los principios de la permacultura —y, en concreto, los de la permacultura social— en bibliotecas y espacios afines, como centros de documentación, archivos o museos. Cada entrada, parte de un trabajo más amplio que pronto se publicará académicamente, trata de cubrir brevemente tanto ideas teóricas como potenciales aplicaciones prácticas de los principios de la permacultura social, y busca ofrecer información sobre cómo pueden incluirse sólidos elementos de la naturaleza (biomimetismo) en el diseño de sistemas bibliotecarios. El objetivo final es lograr cambios sostenidos y sostenibles en y desde los espacios de gestión de conocimiento y memoria].
Una aproximación básica a la idea
Aunque el tema ya había sido ligeramente explorado por varios autores (King, Carver, Yeomans) al menos desde inicios del siglo XX, el concepto de "permacultura" fue creado en la década de 1970 por dos australianos, Bill Mollison y David Holmgren, que por entonces estaban explorando soluciones agrícolas estables para la isla de Tasmania. Su respuesta fue fusionar las ideas "permanente" y "agricultura" y presentar el resultado en un libro publicado en 1978, titulado Permaculture One.
La permacultura busca identificar conceptos, patrones y procesos que se encuentran en el mundo natural, e integrarlos en el diseño de sistemas humanos. Este enfoque, totalmente holístico, busca aprovechar, entre otras cosas, la eficiencia, la resistencia, la adaptabilidad, la sencillez, y la capacidad de mantenimiento de la vida que caracterizan a los ecosistemas naturales. Y, sobra decirlo, ha representado un cambio radical de paradigma en el ámbito del diseño de sistemas y la planificación estratégica.
La permacultura resume sus valores y concentra sus descubrimientos y aprendizajes en una serie de doce principios básicos: observar e interactuar, captar y almacenar energía, obtener un rendimiento, aplicar la autorregulación y aceptar la retroalimentación, usar y valorar los servicios y recursos renovables, dejar de producir residuos, diseñar desde los patrones hacia los detalles, integrar en lugar de segregar, usar soluciones pequeñas y lentas, usar y valorar la diversidad, usar los bordes y valorar lo marginal, y usar y responder creativamente al cambio.
Tales principios irán apareciendo a lo largo de estos textos, combinándose entre sí y siendo aplicados de distintas maneras.
Más allá de la agricultura
Si bien inicialmente la permacultura se aplicó sobre todo al diseño de sistemas agrícolas —probablemente lo más cercano a un sistema natural que los seres humanos pueden llegar a manejar habitualmente—, sus postulados pueden ir (y han ido) mucho más allá.
Al observar las intrincadas relaciones presentes en la naturaleza y usarlas para proponer un enfoque integral del diseño de sistemas (uno que haga énfasis en la interconexión estratégica de los elementos dentro de cualquier tipo de sistema), la permacultura pretende crear entornos armoniosos, equilibrados y autosostenibles — que pueden ser agrícolas, por supuesto, pero también pueden extenderse y extrapolarse a otros escenarios.
El ethos de la permacultura puede influir en campos tan diversos como la arquitectura, la planificación comunitaria, la gestión de recursos, la producción de alimentos o los sistemas energéticos. Los principios planteados por la permacultura permiten desarrollar sistemas resilientes, de bajo impacto y alto rendimiento, y fomentan, por ejemplo, el uso racional de los recursos, la reducción de los residuos o la protección de la biodiversidad.
En el campo de la planificación urbana, por ejemplo, la permacultura ayuda a crear ciudades en sintonía con los patrones naturales: espacios verdes, edificios con eficiencia energética, o desarrollos de uso mixto que reduzcan las necesidades de transporte. Los sistemas económicos también se benefician de la permacultura al dar prioridad a prácticas locales, sostenibles y regenerativas, fomentando los negocios éticos y el comercio justo. Los sistemas educativos, por su parte, pueden adoptar los principios de la permacultura para crear entornos de aprendizaje que fomenten la creatividad, el pensamiento crítico y una profunda conexión con la naturaleza.
Siguiendo esta lógica nace una sub-corriente conocida como "permacultura social", que aplica los principios de la permacultura a entornos y dinámicas estrictamente sociales y culturales, apoyando, por ejemplo, el establecimiento de unas relaciones comunitarias más sólidas y complejas, y una resolución integrada de problemas.
Diseñando sistemas sociales
La variante "social" de la permacultura aplica los doce principios de esta filosofía a sistemas y ambientes socio-culturales. Y lo hace a través de distintas estrategias, y con diferentes resultados.
- Dos elementos claves entre los principios de la permacultura, la observación y la interacción, se entrelazan perfectamente en el ámbito social. Desde un enfoque de sistemas, todas las decisiones deberían estar basadas en detalladas observaciones previas, y se alienta el desarrollo de numerosas interacciones que permitan establecer vínculos dentro de una comunidad, mantenerlos y fortalecerlos.
- Dentro de los tejidos sociales que componen las comunidades se encuentran los hilos de la diversidad y la inclusión. La permacultura social se centra en el desarrollo de espacios inclusivos, que se extiendan en todas las direcciones posibles. A la vez, respeta y celebra el rico tapiz de diferentes culturas, perspectivas e identidades, y reconoce su potencia colectiva.
- Al promover una cultura centrada en el principio de "integrar en lugar de segregar", la colaboración y la cooperación son temas fundamentales dentro de los principios de la permacultura social. Se busca apostar por enfoques colaborativos, cultivando una cultura de responsabilidad compartida y de crecimiento colectivo dentro de la comunidad.
- El principio de utilizar soluciones pequeñas y el de usar los márgenes llevan a apreciar las soluciones locales. La permacultura social pone el acento en adaptar las respuestas a las necesidades específicas de cada contexto, apoyando que las soluciones sean tan diversas como las comunidades a las que se sirve.
- La resiliencia cultural, basada en el principio de responder creativamente al cambio, se presenta como una fuerza que preserva y promueve la diversidad, al honrar el conocimiento tradicional y, al mismo tiempo, al adoptar innovaciones. La permacultura social se esfuerza por tejer un tapiz que reconozca e integre la fuerza y los valores que se encuentran en la diversidad cultural.
- Las prácticas regenerativas, basadas en el principio de uso de elementos renovables, comprenden iniciativas que mejoren el bienestar tanto individual como comunitario. Tales iniciativas contribuyen a la regeneración del tejido social, fomentando tanto la resiliencia como la sostenibilidad.
- Guiada por los postulados centrales de la permacultura —cuidado de la Tierra, cuidado de la gente, y distribución justa de los recursos—, la toma ética de decisiones va más allá de los doce principios y se convierte en una brújula orientadora. La permacultura social fomenta precisamente aquella toma de decisiones que considere los impactos más profundos y a largo plazo, y fomenta una coexistencia sostenible dentro de un marco social amplio.
Al integrar estos principios en los sistemas humanos, la permacultura social busca generar y mantener comunidades que no sólo sean ambientalmente sostenibles, sino también socialmente justas y resilientes. De alguna forma, esta rama de la permacultura fomenta un enfoque integral e interconectado que permita diseñar sistemas socio-culturales equilibrados, sustentables y en armonía con su entorno.
Tales sistemas incluyen, por cierto, los de manejo de conocimiento y memoria: bibliotecas, archivos y museos.
[Continuará...]
Acerca de la entrada
Texto: Edgardo Civallero.
Fecha de publicación: 06.02.2024.
Foto: "Permacultura", por @vincentillustrator. En Facebook [Enlace].