
Inicio > Notas críticas > Dejando atrás las bibliotecas verdes (1 de 10)
Dejando atrás las bibliotecas verdes (1 de 10)
Rompiendo con lo verde
Bibliotecas, sostenibilidad, y la lucha por un cambio auténtico
Esta nota forma parte de una serie que cuestiona el statu quo de las "bibliotecas verdes", denunciando el greenwashing y el tokenism, y explorando alternativas viables, como el minimalismo, el decrecimiento, el upcycling y las "bibliotecas lentas" (slow libraries). Consulte todas las notas en el índice de esta sección.
Introducción
Colecciones verdes, servicios verdes, revistas verdes, premios verdes, espacios verdes, comités verdes...
En las últimas dos décadas, las bibliotecas, esos espacios donde se gestionan y comparten el conocimiento y la memoria humana, han adoptado cada vez más la etiqueta "verde".
La expresión "biblioteca verde" se convirtió en un símbolo de conciencia ambiental dentro del ámbito de la bibliotecología. Los paneles solares sobre los techos, los cubos de reciclaje esparcidos por todos lados, las inmensas fachadas de vidrio que permiten que los interiores se vean inundados de luz natural, y los exuberantes jardines fueron imágenes que dominaron la conversación bibliotecaria, prometiendo un futuro ecológico y sostenible.
Sin embargo, con el tiempo, la etiqueta ha enfrentado un significativo rechazo.
Originalmente, las propuestas "verdes" buscaban reducir el impacto ambiental, ganando impulso como una respuesta progresista a la crisis climática. A primera vista, dichas ideas parecían encomiables — de hecho, crearon una amplia conciencia. Sin embargo, bajo la fachada ecológica se esconde una realidad preocupante: muchas "bibliotecas verdes" han incurrido en lo que se conoce como greenwashing (ecoblanqueo). Esta práctica sustituye la verdadera transformación por gestos superficiales, evitando los cambios sistémicos profundos necesarios para abordar la urgente degradación ambiental que nuestro planeta sigue enfrentando.
En esencia, las bibliotecas, al igual que muchas otras instituciones, se han vendido como "espacios conscientes del medio ambiente", mientras que, por lo general, priorizan la imagen sobre la sustancia.
¿Es suficiente? ¿Las "bibliotecas verdes" realmente están impulsando una transformación ecológica, o están ofreciendo una ilusión reconfortante — una solución superficial que esquiva los desafíos ecológicos y sociales más profundos que tenemos por delante? ¿No deberíamos deconstruir y subvertir críticamente ese concepto obsoleto de "bibliotecas verdes", cuestionando si simplifica en exceso las complejidades de la sostenibilidad en el contexto bibliotecario?
El movimiento de las "bibliotecas verdes" y el greenwashing
El concepto de la "biblioteca verde" surgió a principios de los 2000, coincidiendo con la creciente popularidad del sistema de certificación Leadership in Energy and Environmental Design (LEED) y otros indicadores de sostenibilidad. A lo largo y ancho del mundo, distintas instituciones buscaron alinearse con este movimiento emergente, adoptando iluminación eficiente, incorporando materiales reciclados, y promoviendo su compromiso con la sostenibilidad ecológica. Aclamadas como pioneras, las "bibliotecas verdes" se posicionaron como faros, dando ejemplo a otras organizaciones culturales que aspiraban a alcanzar la conciencia ambiental.
Sin embargo, con el paso del tiempo, comenzaron a aparecer grietas en esta narrativa aparentemente progresista.
La etiqueta "verde", que inicialmente se veía como una suerte de "emblema", se ha revelado cada vez más desactualizada y, en muchos casos, resulta contraproducente. Si bien fue concebida en una era en la que el ambientalismo ganaba terreno, el término fue cooptado y su significado, diluido. Su intención original —la de encarnar prácticas sostenibles y un compromiso genuino con la reducción del impacto ecológico— ha sido opacada por gestos superficiales, más preocupados por la apariencia que por un cambio significativo. Este fenómeno, conocido como greenwashing (ecoblanqueo), se ha convertido en un problema generalizado dentro del discurso ambiental.
El ecoblanqueo crea una falsa impresión o proporciona información engañosa sobre cuán amigables con el medio ambiente son las prácticas, productos o servicios de una empresa o institución. Se ha convertido en un término-paraguas para abarcar las propuestas de sostenibilidad vacías, en las cuales la sustancia se sacrifica en aras de la apariencia.
En las bibliotecas, el ecoblanqueo suele manifestarse en forma de iniciativas eco-amigables superficiales, a la vez que se continúan llevando adelante actividades que dañan el medio ambiente. Muchas de estas soluciones supuestamente "verdes" pasan por alto las repercusiones y los impactos ecológicos de construir y mantener estas instituciones — desde la huella de carbono de los materiales de construcción hasta el consumo de energía y el refuerzo de prácticas consumistas. En última instancia, estos esfuerzos crean una ilusión reconfortante de sostenibilidad, sin lograr avances tangibles hacia una transformación ecológica.
¿Por qué las bibliotecas gravitan hacia el ecoblanqueo? La respuesta radica en su simplicidad. Los paneles solares y los programas de reciclaje son formas visibles, tangibles y relativamente económicas de proyectar responsabilidad ambiental. Estas iniciativas contribuyen a una imagen de progresismo y conciencia ecológica sin obligar a las instituciones a enfrentarse a los aspectos más exigentes de la verdadera sostenibilidad.
El ecoblanqueo permite a las bibliotecas disfrutar de la ilusión de ser "verdes" sin abordar los desafíos más difíciles de reducir el consumo de recursos, repensar las prácticas de construcción o abrazar un ethos minimalista. Al adoptar estas soluciones superficiales, las bibliotecas evitan conversaciones incómodas pero necesarias sobre justicia ecológica, extractivismo y las estructuras sistémicas que perpetúan la degradación ambiental.
Una oportunidad para una transformación radical
Las bibliotecas, como espacios de conocimiento y memoria, están en una posición única para impulsar un cambio sistémico. Poseen el potencial para apoyar investigaciones críticas, moldear el discurso público, liderar con el ejemplo, descartar etiquetas inútiles (como "verde"), y desafiar los modelos arraigados de crecimiento infinito y extracción de recursos.
Sin embargo, la verdadera innovación en sostenibilidad requiere algo más que la simple adopción de propuestas "verdes" superficiales. Exige un replanteamiento fundamental de nuestra relación con el medio ambiente, cuestionando las estructuras que perpetúan el desperdicio, la contaminación y el consumo excesivo. Los paneles solares y los techos verdes no bastan: las bibliotecas deben mirar más allá de las soluciones cosméticas para enfrentar las crisis ecológicas más profundas que enfrenta nuestro mundo.
Si las "bibliotecas verdes" no logran promover una transformación real, ¿qué alternativas quedan?
Un camino prometedor hacia el futuro es el decrecimiento. Este modelo de sostenibilidad desafía la generalizada noción de "crecimiento perpetuo", enfocándose en reducir el consumo de recursos y priorizando el equilibrio ecológico. Para las bibliotecas, adoptar una perspectiva decrecentista podría significar repensar el impulso por la expansión constante: minimizar la construcción, reutilizar espacios existentes y utilizar materiales regenerativos y producidos localmente. Es un enfoque que privilegia la suficiencia sobre el exceso, defendiendo la reducción del despilfarro material y un impacto más significativo.
Complementario al decrecimiento, las bibliotecas pueden abrazar el minimalismo y el diseño regenerativo, unas prácticas que se alinean estrechamente con la salud de los ecosistemas. El minimalismo invita a las bibliotecas a reconsiderar cómo se utilizan el espacio y los recursos, fomentando la intención y la eficiencia. El diseño regenerativo, por su parte, da un paso más allá al restaurar y mejorar los sistemas ecológicos, en lugar de simplemente reducir el daño. Tales marcos permiten a las bibliotecas crear ambientes que no solo satisfagan las necesidades humanas, sino que también contribuyan positivamente al entorno natural.
Estos cambios representan una oportunidad para que las bibliotecas redefinan su rol en un mundo cambiante. Alejarse de la superficialidad de las etiquetas "verdes" y adoptar enfoques más radicales puede posicionar a las bibliotecas como verdaderos agentes de transformación. Para lograr esto, las instituciones deben tener el coraje de abordar las causas fundamentales de las crisis sociales y ambientales, adoptando estrategias que prioricen el cambio sistémico sobre el atractivo cosmético.
Hacia un cambio genuino
La verdadera sostenibilidad no puede lograrse a través de gestos simbólicos o greenwashing superficial; exige un cambio radical en la forma en que las instituciones entienden y se relacionan con el planeta.
Las bibliotecas tienen un enorme potencial para ser agentes de cambio. Más allá de gestionar conocimiento y memoria, pueden desafiar activamente las estructuras que modelan nuestros futuros ambientales. Al adoptar marcos como el decrecimiento y el minimalismo, las bibliotecas tienen la oportunidad de rechazar el paradigma de crecimiento infinito y sobreconsumo, fomentando una cultura centrada en el uso responsable de los recursos, la justicia ecológica y la transformación sistémica.
Esto comienza reimaginando las bibliotecas como centros comunitarios para el compromiso crítico y la acción colectiva. Priorizar la colaboración sobre la estética significa involucrar activamente a las comunidades en la configuración de los servicios y programas bibliotecarios. Las bibliotecas pueden amplificar iniciativas locales, abogar por la justicia eco-social y nutrir un ethos participativo que refleje las aspiraciones de las personas a quienes sirven.
La transformación genuina también requiere que las bibliotecas confronten y desmantelen los legados coloniales incrustados en sus prácticas. Esto implica diversificar las colecciones, elevar las narrativas indígenas y marginadas, y fomentar espacios que honren y celebren la diversidad bio-cultural. Reconocer estas historias no se trata solo de inclusión, sino de crear una base para la equidad y la justicia dentro de los sistemas bibliotecarios.
La educación, la defensa de los derechos y la resistencia son elementos clave. Las bibliotecas pueden empoderar a sus comunidades mediante una programación que promueva el pensamiento crítico y el compromiso cívico, ofreciendo talleres sobre justicia ambiental, historia local o organización comunitaria. Yendo más allá de lo tradicional, pueden crear espacios para la participación práctica: talleres de fabricación sostenible, proyectos de arte comunitario o foros que exploren las intersecciones de la justicia ambiental y social.
En última instancia, la promesa de las "bibliotecas verdes" no radica en su apariencia exterior, sino en su capacidad para impulsar un cambio profundo, real y significativo. Al dejar de lado la fachada "verde" e ir más allá, las bibliotecas pueden convertirse en líderes de la justicia ambiental, guiando a las comunidades hacia un futuro sostenible y equitativo. Es hora de que las bibliotecas abandonen la ilusión ficticia de ser "verdes" y abracen su papel como agentes radicales de la transformación ecológica.
Acerca de la entrada
Texto: Edgardo Civallero.
Fecha de publicación: 06.12.2024.
Foto: "Más de 15 marcas fueron denunciadas por prácticas de greenwashing". En Ambienta [Enlace].