Navsuv. El resumen de la quincena. Por Edgardo Civallero

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El resumen de la quincena | 3-16.nov.2025

Significados federados, archivos simbióticos y la violencia de la interfaz escrita

Navsuv. Por Edgardo Civallero

¿Qué tienen en común un microtesauro, una red fúngica, un intercambio interinstitucional de metadatos y una persona que no puede leer los letreros de una biblioteca pública? Durante las últimas dos semanas, he trazado una línea continua a través de esos terrenos tan dispares: la política de la relación. Ya sea en el contexto del modelado semántico, la analogía ecológica o la ética del acceso, cada texto indaga cómo los sistemas recuerdan, se conectan y excluyen, y cómo el significado emerge no de entidades aisladas, sino de las infraestructuras que permiten su coexistencia.

En Microtesauros y lógicas relacionales, la serie Metadatos como revuelta se mueve del sabotaje a la construcción: de exponer la violencia de la universalidad a esbozar una arquitectura práctica de la pluralidad. Aquí, los macrovocabularios que dominan las infraestructuras globales del conocimiento (LCSH, AAT, Darwin Core) se revelan no como armonizadores neutrales, sino como máquinas de compresión semántica. Frente a ellos, el texto propone microtesauros: vocabularios pequeños, contextualizados y responsables cuya autoridad derive del contexto, no de la escala. Su principio rector no sería la herencia, sino la relación, un cambio que transforma los metadatos al pasar de la jerarquía a la negociación. Lo que emerge es una ecología semántica federada, construida a partir de la proximidad, la procedencia y la cartografía explícita. Una silenciosa revolución de la escala.

De las federaciones semánticas, la reflexión se dirige hacia las ecológicas. Interoperabilidad como simbiosis replantea un concepto fundamental de la bibliotecología digital, explorándolo desde perspectivas éticas y biológicas. La interoperabilidad, durante mucho tiempo reducida a un logro técnico, se convierte aquí en una condición ecológica: una forma de coexistencia en la que instituciones, registros y usuarios sobreviven gracias a la interdependencia. La alineación mecánica se reemplaza por la traducción interpretativa; la procedencia se vuelve poliproveniencial; la preservación se convierte en el arte de mantener la relación a través del cambio. La propuesta es radical: tratar la interoperabilidad como un modo de cuidado, una ética micelial de la memoria vinculada en la que la estabilidad surge no de la uniformidad, sino del entrelazamiento adaptativo.

Esa misma interconexión se explora narrativamente en la crónica Nada existe de forma aislada, donde el bosque alto-andino se convierte en un espejo del futuro del archivo. Las redes micorrícicas —la infraestructura fúngica a través de la cual los bosques comparten nutrientes y advertencias— ofrecen una gramática biológica para los sistemas de memoria poscustodiales. Este texto sugiere que el significado no es una propiedad intrínseca, sino una relación metabólica: los documentos solo viven en la medida en que circulan. La crónica amplía el texto teórico presentado en la entrada de blog La interoperabilidad..., fundamentándolo en la presencia ecológica: la decadencia como continuidad, la redundancia como resiliencia y la conexión como unidad fundamental de supervivencia. No se trata de usar una metáfora como ornamento, sino como método: reorientar el pensamiento archivístico a través de la lógica epistémica del suelo del bosque.

Finalmente, El usuario analfabeto aborda un tipo de relación diferente: aquella que las bibliotecas suelen rechazar. Si los textos anteriores imaginaron infraestructuras que prosperan gracias a la pluralidad, esta nota expone los espacios institucionales que imponen una forma singular de ser: alfabetizada, textual y sumisa. La biblioteca, disfrazada de hospitalidad, da por sentada la lectura como condición de acceso. El analfabetismo se convierte en defecto; el usuario, en problema; la vergüenza, en norma. Frente a esto, el texto aboga por una biblioteca que no exija obediencia textual: un espacio donde el conocimiento se intercambie mediante la voz, el gesto, la memoria o la comunidad; donde el acceso no dependa de la alfabetización; y donde el derecho a no leer se reconozca como legítimo. Esta crítica no es accesoria a los temas anteriores: es su fundamento ético. Si los microtesauros distribuyen autoridad y los archivos micélicos distribuyen supervivencia, entonces una biblioteca para personas no alfabetizadas debe distribuir dignidad.

En estas cuatro entradas se cristaliza una proposición: que la memoria, el significado y el acceso nunca son propiedades de objetos o individuos aislados, sino siempre el resultado de relaciones semánticas, ecológicas y sociales. La tarea que tenemos por delante es diseñar infraestructuras que honren esa verdad: sistemas que no requieran ni homogeneización para conectar ni alfabetización para incluir; sistemas que metabolicen el cambio en lugar de negarlo; sistemas que se expresen en múltiples registros y escuchen en muchos más.



Navsuv ofrece una síntesis quincenal de mi trabajo: entradas de blog, notas críticas, artículos, documentos de archivo y otros materiales. No es un mero resumen: es un hilo editorial que traza cómo cada pieza encaja en un paisaje en transformación, hecho de memoria, crítica y resistencia.

El nombre proviene de la lengua de los Sivdara, un pueblo ficticio que forma parte de un proyecto personal más amplio: un continente imaginado como espacio para explorar el conocimiento, la memoria y la tensión entre la presencia y el olvido. En su idioma, navsuv nombra los puentes colgantes de cuerda y paja usados para cruzar los estrechos valles entre las montañas: caminos efímeros pero perdurables, tendidos entre mundos. Como esta sección.