Navsuv. El resumen de la quincena. Por Edgardo Civallero

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El resumen de la quincena | 20.oct.-2.nov.2025

Notas epistémicas, registros ecológicos y la pantalla que se resistía a soltar

Navsuv. Por Edgardo Civallero

¿Y si el archivo pudiera llorar, el bosque catalogar y la pantalla, por fin, desaprender la página? Estas dos últimas semanas han girado en torno a esa incómoda tríada —duelo, ecología y simulación—, trazando los límites de la descripción a través de sus múltiples manifestaciones materiales y epistémicas: metadatos, materia y medio. Cada texto que escribí durante este periodo explora un modo distinto de inscripción, componiendo en conjunto una breve indagación sobre cómo los sistemas de conocimiento recuerdan, se transforman y, en ocasiones, se resisten a sí mismos.

En Notas epistémicas, amplié la serie Metadatos como revuelta, preguntándome qué ocurre cuando el registro empieza a responder a sus propias condiciones de posibilidad. Las notas a pie de página, los disclaimers y las notas emergentes —el silencioso aparato de la autorreferencia burocrática— se reinterpretan aquí como actos de conciencia. Cada anotación se convierte en un microgesto de responsabilidad: una confesión inscrita en la propia estructura de la descripción. Los metadatos, concebidos antaño como un sustrato neutral para la información, emergen ahora como una superficie ética capaz de lamentar, acusar e instruir. Cuando se permite que el paratexto archivístico exprese su duelo, el catálogo deja de ser infraestructura y comienza a dar testimonio.

De la sintaxis de los metadatos, la reflexión se desplazó hacia el metabolismo del mundo. En Documentación más allá del control y su crónica reflejada La luz como registro, desarrollé el marco de la archivística ecosemiótica: una teoría ecológica de la documentación en la que la luz, la descomposición y la exposición desplazan la tríada canónica de intención, autoría y control. Dentro de este paradigma, la hoja se presenta como el primer registro del planeta: un archivo autodescriptivo escrito por la luz solar y traducido en pigmento y forma. La documentación, así redefinida, precede al documentalista; la inscripción se convierte en una propiedad de la materia en lugar de una prerrogativa humana. El archivo, si se lee ecológicamente, debería aspirar no a la permanencia, sino a la fotosíntesis: a la conversión continua de la exposición en renovación. El bosque enseña que la memoria perdura no resistiendo la transformación, sino metabolizándola.

Finalmente, Literocentrismo digital volvió al ámbito de la biblioteca digital para exponer la persistencia de las epistemologías impresas bajo su barniz algorítmico. Pantallas, servidores y repositorios prometen desmaterialización pero replican la arquitectura del códice. El libro electrónico reemplaza al libro impreso sin alterar su gramática; las interfaces de búsqueda siguen privilegiando lo que se puede analizar, citar o indexar. La infraestructura de acceso permanece ligada a la alfabetización, excluyendo el gesto, el sonido, el silencio y todas las formas de conocimiento que se resisten a la textualización. En este sentido, la digitalización se convierte en un nuevo régimen de compresión: una traducción de la diversidad epistémica a la estrecha sintaxis de los datos. Hasta que las bibliotecas aprendan a escuchar en lugar de simplemente exhibir, la inclusión seguirá siendo una ficción decorativa, un eslogan grabado en píxeles.

Estos escritos trazan un panorama en el que los metadatos se convierten en testimonio, la documentación en ecología y el acceso digital en un espejo que exige ser roto. Entre la anotación y la exposición, entre la nota al pie y la fotosíntesis, la labor continúa: imaginar los archivos no como mausoleos de orden, sino como sistemas vivos: permeables, responsables y vibrantemente entrelazados con los mundos que pretenden registrar.



Navsuv ofrece una síntesis quincenal de mi trabajo: entradas de blog, notas críticas, artículos, documentos de archivo y otros materiales. No es un mero resumen: es un hilo editorial que traza cómo cada pieza encaja en un paisaje en transformación, hecho de memoria, crítica y resistencia.

El nombre proviene de la lengua de los Sivdara, un pueblo ficticio que forma parte de un proyecto personal más amplio: un continente imaginado como espacio para explorar el conocimiento, la memoria y la tensión entre la presencia y el olvido. En su idioma, navsuv nombra los puentes colgantes de cuerda y paja usados para cruzar los estrechos valles entre las montañas: caminos efímeros pero perdurables, tendidos entre mundos. Como esta sección.