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Nemboro. El poder de las ficciones (03)
Ficciones ontológicas
De cómo unos artefactos rituales inventados llegaron a archivos, mercados y memoria
Esta entrada forma parte de la serie "Nemboro. El poder de las ficciones", en la que exploro cómo las llamadas "nemboro"", unas máscaras tejidas que encontré en Panamá —comercializadas como artefactos rituales del pueblo indígena Emberá— me llevaron del encantamiento a la ruptura, y de un encuentro personal a preguntas más amplias sobre metadatos, ontología y ética de la clasificación. Cada entrega se sostiene por sí misma, pero en conjunto trazan una progresión: desde la seducción de los objetos hasta el reconocimiento de que incluso las ficciones —sobre todo las ficciones— modelan los sistemas de conocimiento. Todas las entradas de esta serie pueden consultarse en el índice de esta sección.
En la entrada anterior describí cómo las "máscaras" emberá —las nemboro— podían leerse como documentos: recipientes de conocimiento codificado en fibras, formas y colores. Al sostener una en mis manos, empecé a verla no solo como un objeto artesanal sino como un registro de memoria y significado. Pero si era un documento, ¿qué pasaba entonces con sus metadatos? Esa pregunta me arrastró a un espacio donde la especulación y la ontología se encuentran.
Reflexioné sobre cómo esa pieza —esa nemboro— encapsulaba en sus fibras toda una gramática y una semántica simbólicas: un vocabulario elaborado a partir de materiales vegetales teñidos a mano y una narrativa histórica en capas. Una narrativa decididamente no lineal, más parecida a una literatura tridimensional. Un lenguaje visual de hilos cuyos orígenes se perdían en la noche de los tiempos.
Reflexioné sobre cuántos componentes de ese documento-"máscara" podían entenderse como metadatos: información codificada sobre aspectos específicos de la cultura emberá, ya fueran históricos, sociales, religiosos o artísticos. ¿Qué tesauro u ontología podría abarcarlos? ¿Qué relaciones podrían establecerse entre dichos metadatos? ¿Qué tipo de estructura de indexación podríamos imaginar? ¿Encajarían esos elementos en los tesauros u ontologías tradicionales "occidentales"? Y si no, ¿cómo dialogarían con ellos? Como demostraron Olson y Furner, los metadatos son afirmaciones ontológicas. No solo describen el mundo, sino que proponen qué tipo de mundo existe.
(Los metadatos falsos o ficticios también configuran la realidad. A veces con más fuerza que los verdaderos).
Lo que estaba trazando era una ontología más que un catálogo: un conjunto de mundos posibles ocultos en los hilos de una sola máscara.
Algunos de esos metadatos, pensé, podrían tener un carácter ritual, definiendo y organizando espacios y procesos ceremoniales. Cada color o patrón podría haber servido como un descriptor distintivo, guiando el desarrollo de eventos o ritos particulares. Y me pregunté: ¿cómo sería un sistema de clasificación centrado en el significado ritual? ¿No demostraría que la "máscara" era un documento vivo, que funcionaba como referencia para una constelación de prácticas culturales y socioeconómicas?
Comprendí que, al igual que cualquier manuscrito de mi colección —con sus capas temporales de revisiones y notas marginales—, ese documento podría haber revelado varios niveles de influencias culturales y adaptaciones a lo largo de los siglos. Después de todo, el pueblo Emberá fue influenciado por poderosas fuerzas externas: los conquistadores europeos, otras sociedades indígenas de América Latina y, en particular, los grupos africanos esclavizados que buscaron refugio en sus bosques ancestrales. ¿Podría construir una cronología utilizando la propia nemboro, rastreando los acontecimientos inscritos o traducidos en su estructura física, como habría hecho con un libro?
Supuse que podría considerar ese objeto como un documento performativo, cuya verdadera esencia solo podría comprenderse en un contexto ceremonial. ¿Cómo interactuaría, en ese contexto, con su entorno, con las personas, con quien la llevara puesta? ¿Tendría su propia voz? ¿Cambiarían sus características? ¿No fluctuaría un documento con su ambiente, dependiendo de sus lectores o usuarias? ¿No cambiaría su naturaleza?
En ese sentido, razoné que la "máscara" era, definnitivamente, un documento multisensorial. A diferencia de los tradicionales, que suelen ser uni- o bidimensionales, este involucraba múltiples sentidos. ¿Cómo clasificaría sus cualidades táctiles, tan inherentemente subjetivas? ¿Y su presencia olfativa? ¿Podría describir ese aroma seco utilizando descriptores internacionales estandarizados? ¿Sus colores se ajustaban a las cartas Pantone? Y lo más importante: ¿era necesaria esa estandarización? ¿O útil?
¿Y si creaba un vocabulario de texturas? Un tesauro táctil: rugoso, trenzado, fibroso, frío al tacto. ¿Y si los olores se convirtieran en metadatos: vegetal, terroso, picante, ahumado? ¿Y si el peso del documento, su equilibrio o incluso el sonido que hacía al golpearlo pudieran indexarse, no porque fuera importante para todo el mundo, sino porque podría serlo para alguien, en algún lugar, dentro de una epistemología en concreto?
Pensé que al catalogar, clasificar o indexar la "máscara", el proceso debía ser colectivo, multicultural y plurilingüe, involucrando a la comunidad a la que pertenecía la pieza. Un proceso de catalogación comunitario podría dar lugar a resultados más ricos, más intrincados, más cautivadores y fundamentalmente diferentes. Se trataría de prácticas técnicas impulsadas comunitariamente, que examinarían un documento que aún estaba vivo.
Imaginé que en un proceso analítico de ese tipo podrían surgir anotaciones intergeneracionales. Quizás las generaciones mayores desearían inscribir, en los "márgenes" de ese documento-objeto, comentarios sobre su naturaleza, su uso original, sus transformaciones y sus viajes... ¿Cómo documentaríamos esas notas culturales? ¿Y las tridimensionales? ¿Cómo haríamos visibles esas marginalias que, en circunstancias normales, permanecerían puramente orales? ¿Cómo reuniríamos esos apuntes en una narrativa singular, que reflejara, entre otras cosas, el diálogo roto o silenciado entre diferentes épocas y grupos de edad?
Y, en caso de aceptar que cualquier documento puede traducirse, ¿cómo podría abordar esta nemboro como un acto de traducción cultural hacia nuevos significados o nuevos contextos? ¿Cómo moldearían su narrativa singular las circunstancias antiguas y contemporáneas que rodean a la "máscara"?
¿Podrían extraerse y representarse, mediante visualización de datos, las conexiones culturales incrustadas en esa máscara, que en última instancia es un nodo dentro de una red más amplia de significados? ¿Podría la narración digital y etnográfica desarrollarse a través de diferentes medios, narrando el viaje de la nemboro desde el momento de su creación hasta el instante en que la colgué en mi pared? ¿Y podría esa narración incluir una dimensión crítica, que examine por qué la "máscara" viajó desde Darién hasta mi casa, cuando nunca se pretendió que tomara ese camino?
¿Sería posible ir un paso más allá? ¿Diseñar un mapa dinámico e interactivo de constelaciones culturales en el que las relaciones codificadas en la "máscara" formaran grupos de narrativas entrelazadas? ¿Un mapa que integrara datos en tiempo real para reflejar las interacciones contemporáneas y se mantuviera fiel a los compromisos culturales del documento-objeto?
¿Podría imaginar esa red de relaciones como un sistema de partículas cuánticas enlazadas, de modo que cuando una se desplazara, aunque fuera ligeramente, todas las demás también cambiaran? ¿Podríamos simular, utilizando los metadatos derivados de la nemboro, un ecosistema en el que los elementos culturales y documentales se comportaran como organismos vivos, interactuando, evolucionando, migrando? ¿Adónde irían? ¿Hasta dónde podrían llegar?
¿Y hasta dónde llegaría yo, el bibliotecario, si seguía haciéndome ese tipo de preguntas?
Todas esas preguntas me resultaron apasionantes. Me abrieron posibilidades inmensas para pensar los metadatos de otra manera: táctiles, olfativos, rituales, comunitarios. Pero también me trajeron un riesgo. Porque si los metadatos son afirmaciones ontológicas, ¿qué sucede cuando esas afirmaciones se construyen sobre la invención? La respuesta llegó cuando empecé a buscar evidencias de las nemboro en etnografías y archivos... y no encontré más que silencio.