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Saberes y memorias silenciadas en los trópicos (10)
Archivos sonoros
Escuchando los trópicos (y todos los demás lugares)
El archivo más allá de la página
La palabra "archivo" sigue evocando una imagen de papeles encarpetados, registros de catálogo y fotografías almacenadas en salas (a veces) climatizadas. Incluso en aquellos casos en los que se lo digitaliza, el archivo sigue siendo entendido como una construcción visual-textual: algo que se lee. Este sesgo no es accidental. El archivo colonial se diseñó para privilegiar la vista y la escritura, los modos de percepción literocéntricos más compatibles con las tecnologías de vigilancia y registro del imperio.
Pero en los trópicos, el conocimiento se ha transmitido durante mucho tiempo a través de otros medios. El bosque musita, los ríos murmuran, los insectos zumban, los pájaros intercambian frases en coros complejos. Una tormenta se anuncia no con una forma, sino con un timbre. Aquí, el archivo también es sonoro: una acumulación de vibraciones, ecos y resonancias que indexan la vida de un territorio.
La ciencia solo reconoce esta realidad de forma parcial, y, a menudo, solo cuando virene mediada por la tecnología. En bioacústica, por ejemplo, el sonido se convierte en "datos" una vez capturado, filtrado y visualizado como un espectrograma. Separado de la red de relaciones en la que se produjo, se reduce a frecuencia, duración y amplitud. Lo que queda es útil para la detección de especies, pero no para comprender cómo esos sonidos funcionan como memoria, gobernanza o cosmología dentro de una red o un entramado de significados.
Epistemologías de la escucha
La escucha puede ser una epistemología en sí misma: no solo una entrada sensorial, sino una forma estructurada de conocimiento. En las regiones tropicales, las comunidades han desarrollado elaboradas prácticas de escucha que derriban la frontera entre la observación ambiental y las relaciones sociales.
En la cuenca alta del Amazonas, los pescadores tucano y shipibo navegan por ríos de aguas negras guiándose por la "textura" acústica de las corrientes que golpean las raíces sumergidas. En Borneo (Sarawak y Kalimantan), los penan y otros caminantes del bosque trazan mapas del espacio a través del eco, midiendo la densidad del dosel y la proximidad de la caza a partir del rebote de sus propios pasos. Entre los habitantes de las tierras altas andinas (quechua y aimara), los calendarios sonoros marcan el año agrícola: el primer croar de una determinada rana anuncia la temporada de siembra, mientras que el silencio de las cigarras presagia las heladas.
No se trata de variantes "populares" del monitoreo acústico, sino de epistemologías con protocolos, métodos de validación y umbrales de actuación propios. El canto de una especie no es simplemente un indicador de presencia. Es un acontecimiento relacional: una invitación, una advertencia, una negociación territorial. Escuchar aquí no es una recepción pasiva. Es participar en una conversación continua entre seres vivos.
La extinción como silencio, la invasión como ruido
El colapso ecológico a menudo se escucha antes de verse. La repentina ausencia de un pájaro en el coro del amanecer, el debilitamiento del zumbido de los insectos al atardecer, la pérdida de los cantos de baja frecuencia de las ballenas en una bahía: estos son silencios que marcan no solo la pérdida de biodiversidad, sino la desaparición de redes relacionales completas.
Por el contrario, la invasión ecológica suele llegar en forma de ruido: el zumbido constante de una plaga de cultivos recién introducida, el murmullo motorizado de los campamentos de tala ilegal, el rugido de banda ancha de la maquinaria minera que enmascara los cantos de los animales a kilómetros de distancia. En estos casos, el ruido no es solo una molestia. Es una forma de desplazamiento ecológico.
Aquí es donde el concepto de soberanía acústica se vuelve urgente: el derecho de un territorio a mantener la integridad de su paisaje sonoro. Al igual que los derechos sobre la tierra y el agua se reconocen como formas de gobernanza ambiental, la gobernanza del sonido también debería entenderse como parte integral de la supervivencia ecológica. La erosión de un paisaje sonoro es una erosión de la memoria, porque una vez que un sonido desaparece, también lo hace el conjunto de relaciones, obligaciones y acciones que sustentaba.
El oído colonial
El archivo colonial no ignoró el sonido, sino que lo capturó. Desde finales del siglo XIX, etnomusicólogos, misioneros y grabadores de la vida silvestre viajaron por los trópicos con fonógrafos, cintas magnéticas y, más tarde, grabadoras digitales. Buscaban preservar canciones, lenguas y cantos de animales "en vías de desaparición", una conservación que casi siempre implicaba su traslado a bóvedas del norte.
Una vez allí, estas grabaciones fueron sometidas a un nuevo régimen de significado. Las canciones indígenas se convirtieron en "especímenes" catalogados por género o familia lingüística. Los cantos de los animales se indexaron por especie, fecha y ubicación, despojados del clima, el contexto ceremonial o la actividad humana que pudiera haberlos moldeado. Las visualizaciones —formas de onda, espectrogramas, notación musical occidental— tradujeron el sonido a formas legibles para el público científico y académico, pero ajenas a los mundos que las produjeron.
Este es el oído colonial: una práctica auditiva que extrae el sonido de su territorio y lo recodifica dentro de un sistema epistémico externo. Es una operación de captura y transformación, que convierte el sonido en un objeto inerte en lugar de una relación viva.
Hacia metodologías sonoras descoloniales
Si el oído colonial aplana y se apropia, un oído descolonial debe rechazar tanto la inevitabilidad como la neutralidad de tales prácticas. Este rechazo no es una postura antitecnológica, sino una insistencia en escuchar con responsabilidad.
1. Paseos sonoros co-creados: Trabajo de campo en el que los poseedores de conocimientos locales guían la ruta y determinan lo que se debe escuchar, interpretar y grabar, y lo que debe permanecer sin grabar. Aquí, la escucha se estructura según los protocolos de la comunidad anfitriona, no según las exigencias de una agenda de investigación.
2. Metadatos sonoros en capas: Más allá de la identificación de especies y la marca de tiempo, las grabaciones pueden llevar descriptores relacionales: el papel del sonido (llamada, presagio, marcador), su significado cosmológico, sus condiciones de activación y los permisos necesarios para su circulación.
3. Opacidad acústica: El mantenimiento deliberado del silencio en los archivos, la posibilidad de que algunas grabaciones no sean de acceso público, o incluso de almacenamiento permanente. Esto no es una pérdida, sino una forma de proteger la integridad de las relaciones sonoras.
Estos métodos tienden un puente entre la bioacústica, la etnografía y la ecología política sin reducirlos a una sola disciplina. Conservan el valor técnico de las grabaciones sonoras al tiempo que se resisten a su asimilación en un archivo universalizador.
Escuchar lo que nunca se pensó para ser leído
Escuchar en los trópicos no es simplemente un acto técnico. Es una postura política y una práctica ética. Escuchar bien es entrar en una economía de obligaciones: responder a lo que se oye no con extracción, sino con cuidado, moderación o solidaridad.
El sonido no es solo otro tipo de dato. Es un archivo que vive en el aire y el agua, en vibraciones que pueden cruzar las fronteras entre especies y escalas temporales. Y, a diferencia del archivo visual-textual, puede negarse a ser capturado: puede desaparecer en el acto de darse a conocer.
Prestar atención al archivo sonoro es, por lo tanto, aceptar que algunos conocimientos nunca serán "leídos" en el sentido convencional. Se transmitirán en resonancias, en ecos que se desvanecen, en silencios que señalan tanto la pérdida como la protección. Se trata de un archivo que se gobierna a sí mismo y nos invita a escuchar solo en sus propios términos.
De esta crónica se hace eco la entrada de blog "Bibliotecas de ecos, archivos de silencios", donde se explora el mismo tema desde un punto de vista bibliotecario.