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La taxonomía de la ausencia (05)
Taxonomías quebradas
Hacia una bibliotecología botánica y decolonial
Este post forma parte de una serie que revisa el descolonialismo en bibliotecas, archivos y otros espacios similares, desde la perspectiva del Sur Global y los márgenes, y cómo el colonialismo afecta a las colecciones, el personal, los servicios, las actividades, las políticas y los resultados. Todas las entradas de esta serie pueden consultarse en el índice de esta sección.
Cuando el conocimiento se aplasta
Catalogar es enmarcar. Etiquetar es delimitar. Y sistematizar es a menudo —demasiado a menudo— extraer.
Los herbarios no son tan diferentes de las bibliotecas. Ambas son instituciones de la memoria. Ambas conservan rastros de mundos. Y ambas operan bajo la apariencia de neutralidad mientras promulgan sistemas de profundo control epistémico. Una planta prensada no es muy distinta de un libro encuadernado: se extrae de su suelo nativo, se seca, se contiene, se clasifica y se almacena para su consulta, a menudo por parte de personas alejadas de los contextos que le dieron significado.
En bibliotecología nos enseñan a confiar en la clasificación. A creer en los metadatos. A estructurar. A ordenar. Pero, ¿y si el propio acto de ordenar forma parte de la violencia?
Los metadatos como mala traducción
En las tradiciones taxonómicas heredadas de la historia natural europea, nombrar es un ejercicio de dominación. Los binomios linneanos se promocionan como universales, pero silencian miles de ontologías locales, cada una con sus propios sistemas de clasificación, uso y significado. Cuando una planta conocida a través del ritual, la cosmología y el conocimiento relacional se convierte simplemente en Nicotiana tabacum, no hemos traducido. Hemos amputado.
Lo mismo ocurre en las bibliotecas. Los vocabularios controlados borran la multiplicidad. Los encabezamientos de materia reducen el conocimiento vivo a descriptores burocráticos. Una cosmología se convierte en "Mitología - Indígena". Un canto curativo se convierte en "Medicina - Tradicional". Un territorio se convierte en "Regiones en desarrollo". Lo que se enmarca como organización es a menudo una tergiversación. Lo que se considera "legibilidad" suele ser simple eliminación.
Los metadatos —como la taxonomía— nunca son neutrales. Siempre son de un autor. Y tanto en los herbarios como en las bibliotecas, esa autoría ha servido históricamente a agendas coloniales, extractivas y universalistas.
Anotaciones que nunca llegaron
En los márgenes de las notas de campo científicas —y en las fichas de los catálogos y los campos MARC de las bibliotecas— hay ausencias. Fantasmas de voces a las que nunca se permitió la entrada plena. Los informantes indígenas aparecen sin nombre. El conocimiento ritual aparece como "superstición" o desaparece por completo. Las epistemologías multisensoriales, orales y corporales se traducen en prosa plana o se omiten por completo.
La bibliotecología ha reflejado este aplanamiento. Privilegiamos lo escrito sobre lo oral. Lo codificado sobre lo interpretado. Lo fijo sobre lo fluido. Como resultado, las bibliotecas —como los herbarios— se convierten en archivos de memoria parcial. Lo que encaja es lo que se conserva. El resto se anota a pie de página o se olvida.
El prensado epistémico
Una hoja de herbario es una infraestructura. También lo es el catálogo de una biblioteca. Ambas configuran lo que se considera conocimiento. Ambos determinan quién habla y quién es citado, indexado, recuperado y recordado.
Pero, ¿y si nos tomáramos en serio el llamamiento a descomprimir estos pliegos? ¿A rehidratar las historias? ¿Reconstruir taxonomías no en torno a la universalidad, sino en torno a la relacionalidad?
¿Qué significaría construir sistemas bibliotecarios en los que una planta pudiera indexarse no sólo por género y especie, sino por sabor, por estación, por ceremonia, por nombre en una canción? ¿Donde las entradas del catálogo pudieran contener cantos, donde los campos de metadatos pudieran dar cabida a múltiples cosmologías, no como añadidos, sino como lógicas estructuradoras centrales?
Descolonizar el herbario... y la biblioteca
Varios proyectos radicales —archivos comunitarios, iniciativas de catalogación indígena, marcos de justicia epistémica— ya están señalando el camino. Pero el verdadero cambio no vendrá de la inclusión de más términos o de la "diversificación" de los registros de autoridad. Vendrá de desmantelar las estructuras que requieren aplanamiento en primer lugar.
Las bibliotecas, al igual que los archivos científicos, deben pasar del almacenamiento a la administración. De la extracción a la reciprocidad. De la clasificación a la relación.
Ese cambio requiere un tipo diferente de bibliotecario: uno que escuche las ausencias, que cuestione la etiqueta, que lea entre líneas lo que el catálogo no dice.
El lenguaje nunca se perdió
Las hojas aún hablan. El herbario aún recuerda. Y lo mismo ocurre con la biblioteca, si estamos dispuestos a desaprender cómo nos enseñaron a escuchar.
Para construir una bibliotecología digna del conocimiento que pretende preservar, primero debemos admitir lo mucho que ha borrado. Y después, con cuidado y valentía, comenzar la lenta y necesaria labor de reanotar.
No para "recuperar" el pasado, sino para permitir que el futuro crezca en un terreno más rico.
Esta entrada refleja la crónica "El lenguaje de las hojas", una reflexión narrativa sobre el mismo tema.