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Decolonizando mi biblioteca (6 de 15)

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Decolonizando mi biblioteca (6 de 15)

Las bibliotecas como aliadas de las narrativas marginadas

Colaborando con comunidades infrarrepresentadas

 

Este post forma parte de una serie que revisa el descolonialismo en bibliotecas, archivos y otros espacios similares, desde la perspectiva del Sur Global y los márgenes, y cómo el colonialismo afecta a las colecciones, el personal, los servicios, las actividades, las políticas y los resultados. Tods las entradas de esta sección pueden consultarse en el índice de esta sección.

 

Introducción

Las bibliotecas se han considerado (y han sido, en buena parte de los casos) espacios de información, educación y vínculo con la comunidad. Pero, ¿qué ocurre cuando tales espacios se comprometen realmente con las comunidades a las que sirven, en particular con aquellas que han sido históricamente marginadas o infrarrepresentadas? Como gestores de conocimiento y memoria, las bibliotecas tienen la responsabilidad única de garantizar que esas voces no sólo se escuchen, sino que también se protejan y amplifiquen.

En esta entrada exploro la importancia de las bibliotecas en su rol de aliadas en la lucha de las comunidades marginalizadas por la representatividad, y cómo podemos comprometernos activamente con las voces infrarrepresentadas para garantizar que nuestras colecciones reflejen la riqueza y la diversidad de las sociedades a las que servimos. La colaboración es clave en tal proceso: al asociarse con los grupos marginalizados, las bibliotecas pueden desafiar aquellas prácticas que resulten excluyentes, y contribuir a crear un ecosistema de conocimiento más rico e inclusivo.

 

La marginación de ciertas narrativas

Históricamente, las bibliotecas han solido ser cómplices de las narrativas dominantes: esas que han dejado de lado las experiencias, culturas e historias de muchísimos colectivos y sociedades. Estos grupos incluyen, pero no se limitan, a los pueblos indígenas, las comunidades "de color", las poblaciones LGBTQ+ y los sectores económicamente desfavorecidos. Una combinación de barreras sistémicas y exclusión histórica ha llevado a que las contribuciones y experiencias vividas por estas y muchas otras comunidades hayan estado infra- o incorrectamente representadas en las colecciones y sistemas bibliotecarios.

En muchas bibliotecas occidentales tradicionales, por ejemplo, los saberes y las perspectivas indígenas se han pasado por alto o se han enmarcado en una mirada colonial. El conocimiento indígena —a menudo oral, relacional y profundamente arraigado en geografías y visiones del mundo específicas— ha sido históricamente excluido de los sistemas de catalogación de bibliotecas, dominados por formas occidentales de trasmisión escrita. Como resultado, a las comunidades que poseen y manejan tales soportes informativos se les niega con frecuencia el acceso a sus propias historias, voces y patrimonio intelectual.

El auge de movimientos por la justicia social, como Black Lives Matter, y los movimientos por los derechos de los indígenas, han puesto de relieve la urgente necesidad de reconsiderar qué voces se priorizan en las instituciones educativas y socio-culturales, incluidas las bibliotecas. Es crucial que estas últimas reconozcan que todo el mundo debe poder contar y acceder a sus propias historias, y que las bibliotecas son mucho más que meros depósitos: son plataformas para la creación, el intercambio y la validación del conocimiento y la memoria.

 

El rol de las bibliotecas como aliadas

El concepto de la biblioteca como aliada de las comunidades marginalizadas implica que es preciso cambiar la perspectiva de esos espacios: de proveedores pasivos de información a colaboradores activos en la lucha por la equidad y la representación. La pregunta para los bibliotecarios y las instituciones culturales ya no es sólo "¿Qué podemos hacer por estas comunidades?", sino "¿Cómo podemos trabajar con ellas para amplificar sus voces y garantizar que sus narrativas no sólo se incluyan, sino que sean centrales en la historia que contamos?"

Las bibliotecas están cada vez más llamadas a descolonizar sus prácticas, no sólo en términos de colecciones y servicios, sino también en las relaciones que establecen con las comunidades. Esto implica crear espacios para el diálogo, compartir el poder, y generar confianza con quienes han sido sistemáticamente excluidos de los sistemas de producción y gestión de conocimiento.

El compromiso activo con los grupos marginalizados es un primer paso crucial. Esto puede necesitar de iniciativas de divulgación, programación impulsada por la comunidad, y asociaciones con organizaciones locales que trabajan con / en comunidades infrarrepresentadas. Las bibliotecas deben proporcionar espacios donde estos grupos puedan compartir sus historias, ya sea a través de historias orales, eventos de producción, o proyectos de investigación colaborativa.

Una de las formas más eficaces en que las bibliotecas pueden colaborar con las comunidades marginalizadas es mediante la creación conjunta de recursos. En lugar de limitarse a conservar contenidos que hablen de las experiencias de estas comunidades, las bibliotecas deberían invitar a los miembros de tales colectivos a crear contenidos que representen sus realidades vividas. Esto puede incluir la digitalización de conocimientos locales, archivos y relatos personales que tradicionalmente se han pasado por alto.

Por último, las bibliotecas también pueden ser poderosas plataformas para las voces marginalizadas, proporcionando acceso al espacio, la tecnología y las herramientas que permiten a los miembros de la comunidad recuperar y transmitir sus propias narrativas. Los talleres de narración digital, los espacios de podcasting y los recursos de producción de vídeo pueden capacitar a las comunidades para producir sus propios contenidos en sus propios términos — contenidos que luego pueden ser compartidos, y conservados en la biblioteca.

Para empoderar verdaderamente a las comunidades marginalizadas, las bibliotecas deben reconocer que no basta con trabajar dentro de los sistemas occidentales tradicionales: deben ayudar a desarrollar nuevas herramientas, nuevas estructuras y nuevas formas de participación que centren las voces y las necesidades de las comunidades a las que sirven.

 

Retos y oportunidades de la cooperación

A pesar de los progresos que las bibliotecas han realizado en los últimos años, siguen existiendo importantes retos a la hora de relacionarse con las comunidades infrarrepresentadas. Muchas bibliotecas siguen funcionando dentro de marcos diseñados por y para las culturas occidentales dominantes, generalmente blancas, académicas y / o heteropatriarcales. Estos marcos no siempre responden a las necesidades de los grupos marginalizados; como consecuencia, las bibliotecas pueden tener dificultades para generar confianza o colaborar de forma significativa con comunidades que, históricamente, se han visto perjudicadas por las instituciones educativas y culturales.

El legado histórico de explotación, tergiversación y discriminación sistémica ha creado una profunda desconfianza hacia espacios institucionales como las bibliotecas. Para muchas comunidades marginalizadas, la biblioteca puede representar otra iteración de las estructuras de poder coloniales, por lo que es esencial que se demuestre un compromiso genuino con la escucha, la colaboración y la cocreación del conocimiento.

Las bibliotecas que adoptan el papel de aliadas pueden convertirse en centros de empoderamiento, transformación y curación de la comunidad. Al trabajar con grupos marginalizados, estos espacios de gestión de saberes y recuerdos tienen la oportunidad de derribar los muros que tradicionalmente han separado a las "instituciones" de las "comunidades", tendiendo puentes de solidaridad que pueden transformar no sólo las colecciones y los servicios bibliotecarios, sino también la relación de la comunidad con el conocimiento.

 

Conclusión

Las bibliotecas pueden ser, en el mejor de los casos, lugares de inclusión, conexión y empoderamiento. Pero este potencial sólo puede hacerse realidad si son proactivas a la hora de trabajar con las comunidades infrarrepresentadas, descolonizando sus prácticas y adoptando formas nuevas y más equitativas de servir a todos los usuarios. Las bibliotecas deben ir más allá de lo meramente simbólico y comprometerse activamente con los grupos marginalizados, para hacer de sus voces una parte central de la narrativa. Como aliadas en la lucha por la representación, pueden contribuir a dar forma a una sociedad más justa e integradora: una en la que el conocimiento y la memoria de todas las personas se valore, preserve y comparta en pie de igualdad.

Si las bibliotecas quieren desempeñar realmente su papel como instituciones del conocimiento y la educación, deben comprometerse a centrar los márgenes. Porque el futuro del conocimiento pertenece a todos, no sólo a unos pocos privilegiados.

 

Acerca de la entrada

Texto: Edgardo Civallero.
Fecha de publicación: 04.02.2025.
Foto: "Los grupos urbanos marginados". En Bifurcaciones [Enlace].