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Metadatos como revuelta (01 de 10)
El espejismo de los metadatos
Por qué los datos estructurados no son inocentes y qué ocultan
Este post forma parte de una serie que explora cómo los metadatos pueden convertirse en un espacio de resistencia, rechazo y subversión poética. Desde la clasificación hasta los datos enlazados, la serie investiga cómo las prácticas de catalogación pueden codificar formas de opresión, y cómo pueden ser reinventadas para desafiar los sistemas dominantes y hablar desde los márgenes. Todas las entradas de esta serie pueden consultarse en el índice de esta sección.
Los metadatos no son sólo descripción
Los metadatos se definen a menudo como "datos sobre datos", una frase tan engañosamente concisa que oculta la densidad de lo que los metadatos realmente hacen. Detrás de este marco minimalista se esconde un aparato expansivo: esquemas, vocabularios, valores controlados, jerarquías ontológicas. No son herramientas neutras. No se limitan a almacenar información, sino que imponen una estructura. Y la estructura, en cualquier sistema de conocimiento, nunca es inocente.
Describir algo es decidir cómo será conocido. Los metadatos no se limitan a señalar un documento u objeto, sino que lo interpretan, codifican suposiciones sobre su naturaleza y determinan su posición dentro de un marco de significado más amplio. Ese marco rara vez se cuestiona. Sin embargo, es precisamente en la estructura de los metadatos —en lo que piden, en lo que hacen opcional, en lo que no permiten— donde se validan o suprimen epistemologías enteras.
Veamos un ejemplo sencillo: el campo dc:language. A primera vista, parece inofensivo. Pero suele aceptar los códigos ISO 639, una norma que reconoce determinadas lenguas e ignora miles de otras, sobre todo las variedades orales, no escritas, sagradas o comunitarias. Una lengua sin código ISO resulta ilegible para el sistema. Y lo que es ilegible a menudo se convierte en no preservable, no buscable o no reconocido.
Lo mismo ocurre con campos como dc:type, dc:subject o dc:coverage. No son meros contenedores. Son decisiones editoriales en forma de código. Y cada uno de ellos, por lo que permite o no permite, participa en la construcción de una cosmovisión institucional.
Lo que oculta un campo
Una de las cualidades más peligrosas de los metadatos es su capacidad para hacer invisibles sus exclusiones. Dado que los metadatos se consideran más técnicos que ideológicos, sus silencios se confunden con neutralidad. Un campo en blanco se ve como una laguna en los datos, no como el resultado de un esquema que se niega a dar cabida a un determinado tipo de conocimiento.
Sin embargo, estas omisiones están por todas partes.
Una narración ancestral se registra como "historia". Un objeto ceremonial se cataloga como "cultura material". Una canción-oración se indiza como "folclore". Un documento escrito en quechua pero transmitido oralmente se marca como "sin contenido lingüístico". No se trata de accidentes, sino del producto de campos que no reconocen las formas de conocimiento relacionales, encarnadas o plurales. El esquema no sabe cómo albergarlas, y por eso no lo hace. Se tergiversan, se distorsionan o se hacen encajar en categorías existentes, a menudo diseñadas con premisas ontológicas muy diferentes.
Cuando los metadatos se convierten en infraestructura institucional —dentro de catálogos, repositorios digitales, registros de archivos o portales de datos— sus exclusiones se codifican en el acceso, la recuperación y la memoria. Lo que no se puede nombrar dentro del esquema a menudo no se puede encontrar. Lo que no se encuentra no se puede citar, referenciar, reutilizar ni reconocer. Con el tiempo, estas exclusiones se acumulan hasta convertirse en invisibilidad estructural.
El espejismo de la neutralidad
La ilusión central de los metadatos es que se limitan a describir. Que son una capa pasiva e imparcial que flota sobre el contenido. Esta ilusión es lo que les permite funcionar como un dispositivo disciplinario sin ser reconocidos como tales.
Los metadatos no se sitúan por encima del conocimiento. Se sitúan dentro de él, configurando lo que se considera válido, acabado o conocible. Cuando describimos un documento o un artefacto utilizando un conjunto predefinido de campos y términos controlados, no nos limitamos a almacenarlo para recuperarlo en el futuro. Lo reconstituimos según la lógica del sistema. Reducimos su complejidad en aras de la compatibilidad. Borramos su ambigüedad en nombre de la legibilidad. La obligamos a recorrer una sintaxis que no es la suya.
Esta violencia es especialmente aguda cuando se trata de sistemas de conocimiento no occidentales o no textuales. Las normas sobre metadatos reflejan de forma abrumadora modelos de información eurocéntricos, centrados en el documento y orientados al objeto. Suponen que el conocimiento puede hacerse discreto, nombrarse y hacerse portátil. Asumen que la descripción es siempre permisible, y que todo conocimiento puede y debe codificarse.
Pero algunas formas de saber se ocultan intencionadamente. Algunas son estacionales, contextuales, comunitarias o sagradas. Algunas se resisten a ser fijadas. Otras exigen un contexto relacional para existir. La cuestión no es si los metadatos pueden adaptarse a estas realidades, sino si están dispuestos a reconocer que nunca se diseñaron para ellas.
Estructurar de otro modo
Trabajar con metadatos en este contexto no es sólo un acto técnico, sino también político. Significa enfrentarse a la autoridad de las normas, cuestionar las premisas ideológicas de los esquemas y reconocer las asimetrías que perpetúan. Significa comprender que cada campo de metadatos codifica una opción epistemológica y que estas opciones tienen consecuencias: no sólo para la búsqueda y la recuperación, sino también para la memoria, la representación y la legitimidad.
También significa rechazar la comodidad de la conformidad mínima. Un campo como dc:description puede ser abierto, pero esa apertura no basta. Debemos preguntarnos si su apertura puede albergar la multiplicidad o si simplemente absorbe la diferencia en un campo neutralizado. Debemos preguntarnos si los datos estructurados pueden coexistir con la ambigüedad, o si siempre buscan resolverla.
Este rechazo no es una crítica abstracta. Es una postura práctica. Es la decisión de tratar cada registro como un lugar de negociación. Preguntarse qué falta, qué se nombra mal, qué se invisibiliza. Es la elección de poner en primer plano la responsabilidad epistémica, incluso —especialmente— cuando el sistema hace que sea fácil no hacerlo.
Dónde empieza el trabajo
Este texto no rechaza los metadatos: critica su despliegue acrítico. La descripción nunca es sólo descripción, la estructura siempre está situada, y lo que llamamos "metadatos" es a menudo una expresión no reconocida de la visión institucional. Cuando tratamos los metadatos como algo inocente, renunciamos a nuestro papel de guardianes de la integridad epistémica. Cuando reconocemos sus dinámicas, podemos empezar a utilizarlos de forma diferente: con cuidado, reflexivamente y, de ser necesario, contra sí mismos.
Ahí es donde empieza el trabajo: con la certeza de que los metadatos nunca son neutrales, y con la responsabilidad de actuar en consecuencia.